Entrevistas
Valeria Licciardi, de División Palermo: fue la primera mujer trans en Gran Hermano
Ingresó a la edición de 2015 para visibilizar la problemática del colectivo trans y se quedó a trabajar en los medios.
Ingresó a la edición de 2015 para visibilizar la problemática del colectivo trans y se quedó a trabajar en los medios.
Actriz, bailarina, periodista y trabajadora social, la vida de Valeria Licciardi es tan sorprendente y tiene tantas facetas como cambios de rumbo su vida. Sin embargo, hay una premisa que no se altera, y es la decisión de vivir con libertad. Ya sea desde pequeña, cuando comenzaron las primeras dudas como cuando era camarera y decidió anotarse en la edición 2015 de Gran Hermano, para visibilizar la problemática y la falta de derechos del colectivo trans. Fue así que se convirtió en la primera mujer trans en ingresar al reality e instaló el tema en horario central, en un contenido familiar, y generó lo que buscaba: el debate.
Volvió a sorprender cuando creó su propio emprendimiento y convirtió la idea inicial, que surgió de su propia necesidad, que era diseñar la ropa interior inclusiva que ella misma no conseguía, en una economía productiva con una red de revendedoras en distintas partes del país que les dio a muchas mujeres la primera oportunidad laboral de sus vidas.
Hizo radio, televisión y se convirtió en una activista social que lucha por la descategorización de las personas. Un mundo sin etiquetas. “Yo hice terrorismo televisivo cuando entré al reality”, dice en diálogo con Teleshow. Con esa misma consigna, la de volver a incomodar y marcar así el debate, aceptó ser parte de la serie División Palermo, uno de los éxitos locales en Netflix. “Ahora somos nosotres, las ´minorías´, quienes hacemos los chistes”, asegura convencida.
En División Palermo, Valeria Licciardi interpreta a una chica trans que planea utilizar las vivencias en la Guardia Urbana para escribir novelas policiales (Netflix)
—¿Qué te convenció de la propuesta para aceptar este personaje en División Palermo?
—Estábamos en plena pandemia cuando Santiago Korovsky -guionista, director y protagonista- se comunicó conmigo para charlar acerca de un personaje trans que se imaginaba para la nueva serie que estaba escribiendo. En ese momento, yo estaba haciendo un noticiero y no disponía de demasiado tiempo así que siguió charlando con varias compañeras trans que lo ayudaron a delinear el personaje de Vivian. Al tiempo me volvió a convocar y esta vez era para hacer una prueba como actriz. Ya habían pasado 3 años de la primera charla y me encontró en un momento de muchos cambios, de barajar y dar de nuevo. A mí me van a ver mutar muchas veces como lo he hecho. Por qué me muevo, porque hay momentos para cada cosa y porque también una elige. Cuando leí el guión sentí que Vivian me llamó y dije `quiero hacer este personaje, lo quiero representar`. Y después, por supuesto, todos los otros condimentos: trabajar con actores y actrices que admiro, poder hablar de la incorrección política, reírnos de lo que nos afecta y además contar la historia de una chica trans no estereotipada, feminista, que no busca caerle bien a nadie. Me pareció más que interesante.
—¿Por qué pensás que el público se prendió tanto con la serie? ¿Es la temática que interesa?
—Me da la sensación de que el público estaba esperando este tipo de contenido, creo que necesitábamos poder reírnos de nuestra idiosincrasia; del porteñocentrismo que tenemos, de lo poco empáticos e ignorantes que resultamos ser ante lo diferente, lo distinto. Quizás llegó el momento de cambiar y reírnos de otras cosas. El chiste que le hacían a una persona trans en los 90 hoy no resulta efectivo, entonces hay que cambiarlo, pero eso requiere trabajo. En la serie somos nosotres las “minorías” quienes hacemos los chistes. Tomamos distancia y nos reímos de lo que padecemos, de cómo nos plantamos ante una circunstancia. Por ejemplo, a mí me gusta que Vivian elige sus batallas, es resolutiva y no se engancha en cualquiera. No es solo una mujer trans, tiene toda una multiplicidad.
La guardia urbana de División Palermo (Foto: Tomás Francisco Cuesta/Netflix © 2023)
—¿Qué lugar ocupan “las minorías” que refleja la serie generalmente en el ambiente teatral y en la TV?
—Ninguno o muy poco. Entiendo que está cambiando pero sinceramente el teatro, por ejemplo, se está haciendo el distraído con algunas cosas. En un momento se dedicó a meter algunas temáticas de género, se metió durante algunos años con las familias disfuncionales y ahora me pregunto, ¿dónde están las travas, las travestis, las trans? ¿Dónde están esas historias? ¿Quién las cuenta? ¿Quién las interpreta? Al menos en Buenos Aires, que es donde yo vivo, no veo ninguna de esas representaciones. Quiero sacar el cálculo en el teatro comercial y en el oficial, ¿cuántas personas en silla de ruedas hay? Me interpela directo, no es para un estudio feminista, necesito saberlo como una actriz que vive en Buenos Aires. Todas estas cuestiones y la falta de representación te van sacando las ganas de actuar y dedicarte a esto.
—¿Y por qué crees que sucede?
—La imagen del colectivo al que pertenezco tiene una carga de prejuicio enorme que no nos permite acceder a lugares. Nos pasa como la negritud, que por el solo hecho del color de piel sos descalificado. Es muy fuerte cuando registrás esto porque no quiero ser la única o que seamos tres o cuatro, sobre todo porque me tuve que hacer un lugar, hasta llegué a meterme a un reality para que me conozcan y pierdan el miedo a contratarme. Me diversifiqué, tuve que hacerlo, me dediqué al periodismo, y la danza la hice porque me gustaba pero sobre todo porque sentía que como actriz no iba a existir.
Así ingresaba Valeria Licciardi a Gran Hermano 2015, que salió por la pantalla de América
—¿Tu paso por el reality crees que te benefició o estás arrepentida?
—Cuando entré a Gran Hermano estaba trabajando de camarera y estudiando mi segunda carrera, trabajo social. Los productores del programa venían a almorzar, ellos me insistían en que me presentara al casting. Al principio yo les decía que no, que en realidad quería que me den una oportunidad como empleada de otra cosa, había estudiado periodismo así que al menos asistente de producción, me imaginaba. Después pensé que podía servirme no solo a mí, sino también a la representación colectiva. Así que me presenté y a partir de ahí, me metí en una especie de tobogán que me llevó a entrar a la casa. Hoy miro hacia atrás y siento que hice terrorismo televisivo, una persona trans hablando, interactuando, debatiendo con otres 24 horas es un montón.
—¿Cuánto tiempo estuviste dentro de la casa?
—Mi paso duró muy poco, solo 2 meses pero había cosas que tenía muy claro que no iba a hacer, por ejemplo, no me iba a pelear con las chicas, no iba a acostarme con nadie y mucho menos sexualizarme. En una frase hice todo para no triunfar en el mundo del espectáculo (risas). Si sabés capitalizarlo el programa es un curso acelerado para ser mediática.
—¿Y cuando saliste encontraste lo que buscabas o fue una desilusión?
—Cuando salí de la casa, la productora finalmente me dio la oportunidad de trabajar en la radio del multimedio durante dos años. A partir de ahí no paré, seguí en otras radios y colaboré para algunos medios gráficos hasta que llegó la oportunidad de hacer un noticiero. Paralelamente, seguía con mis clases de danza, teatro y me dediqué también a crear mi marca de bombachas pensadas para cuerpos de mujeres travestis trans. Hice de todo, fue un recorrido muy largo para llegar hasta acá. Fui camarera, paseadora de perros, cuidé niños. Mi historia no es la de Cenicienta, es la de una mujer deseante que no se rinde y que trabaja mucho, que no suene a meritocracia. Me pude desarrollar porque antes tuve algunos derechos humanos garantizados, no me faltó techo, comida, educación ni cariño familiar. En general en las historias de las personas trans esto no sucede, quizás ahora, desde que tenemos Ley de Identidad de Género, la cosa empiece a cambiar para las nuevas generaciones.
"Mi apuesta está en seguir batallando hasta que dejemos de categorizar y hagamos un mundo sin siglas", asegura Valeria
—¿Y cómo surgió la idea de crear una marca de ropa interior inclusiva? ¿De una necesidad?
—Nana es una marca que empezó vendiendo bombachas para cuerpos de mujeres travestis trans pero ahora sumamos juegos de ESI (Educación Sexual Integral) para todas las edades y libros de compañeros y compañeras trans. Más allá de todo, es una economía productiva que genera trabajo, hay revendedoras en distintas partes del país. Lo que empezó siendo una venta entre nosotras se amplió a la ciudadanía y esto permite que no solo vendan sino también interactúen con personas con las que de otra manera jamás hubieran hablado. Las chicas les ofrecen la bombacha pero también, les acercan muchos otros productos desde mermeladas de cayote hasta libros y juegos. Se arma un intercambio que atraviesa lo comercial y eso es lo que más me gusta. Desde la marca compartimos muchísimo de nuestra cultura travesti y tratamos de realizar acciones. Antes de la Ley de Cupo Laboral travesti trans realizamos una bolsa de trabajo para que las chicas ofrezcan lo que saben hacer. Fue un éxito porque muchas pudieron tener su primera oportunidad laboral.
Valeria Licciardi
—¿Qué luchas del colectivo travesti trans te convocan hoy?
—En este momento, en el activismo hay dos ejes muy importantes. Por un lado, están las sobrevivientes peleando por un reconocimiento, una reparación por tantos años de lucha y supervivencia. Muchas no tienen ni siquiera una jubilación porque nunca trabajaron, no pudieron escolarizarse porque fueron víctimas de la exclusión y es una asignatura pendiente que tenemos, tanto el estado como la sociedad en su conjunto. Y por otro lado, las infancias trans que nacieron con Ley pero que tienen que batallar para que se aplique en las escuelas, jardines e instituciones. Sigue habiendo baños con categoría varón/mujer, por ejemplo. La lucha y el activismo es parte de mi vida. Mi apuesta está en seguir batallando hasta que dejemos de categorizar y hagamos un mundo sin siglas.
Por Paola Florio para Infobae