
Curiosidades
Del más allá al teatro: Una médium hace una sesión en vivo
Ni el más escéptico queda a salvo
Ni el más escéptico queda a salvo

La invitación llega a través de una gacetilla de prensa a mi mail. “Por primera vez en Argentina: una médium sube al escenario de verano para romper los prejuicios sobre ‘aquello que antes sucedía a puertas cerradas’”. Debajo, la imagen de una mujer sobre un escenario, que abre apenas el telón. Y enseguida: "Sesión en vivo. Noelia Pace, la médium.
Conectarás con seres de otro plano. Mediumnidad y sanación de tu energía". Me parece una gran nota y mis compañeros de redacción coinciden. Pero nadie se ofrece a acompañarme. Voy sola. Antes, stalkeo un poco: se define como vidente, tarotista, especialista en esoterismo y estudiante de astrología; tiene poco más de 3800 seguidores en Instagram y otros tantos en Facebook; y suele ser consultada en distintos programas de radio.
Es lunes por la tarde y en Mar del Plata la lluvia vino a terminar con una larga semana de calor asfixiante. La llovizna constante aunque inofensiva obliga a la gente a caminar lo más cerca posible de los techos, que sirven de resguardo pero a medias: cada tanto, alguna canaleta o desagüe que da a la calle los empuja de nuevo al centro de la vereda para evitar un chorro de agua helada sobre la cabeza y el zigzag que hacen familias enteras con carritos de bebé y abuelos incluidos hace que el riesgo de chocarse contra otros sea altísimo. Sobre todo en la calle Rivadavia, en pleno centro de Mar del Plata, en donde conviven los comercios de artesanías y recuerdos de la ciudad, ropa, zapatillas y accesorios para celulares, con princesas de Disney empapadas y con máscaras transparentes, el vaquero Woody de Toy Story con la cabeza torcida porque quien lleva el traje busca renovar el aire; y transformistas que invitan a ver las mejores imitaciones de Susana Giménez y Moria Casán a la medianoche, de lunes a lunes, dos funciones para reírte como nunca, vas a ver, mi amor.
Noelia Pace es tarotista, vidente y estudia Astrología.
Ante cada requerimiento, la médium se detiene, cierra los ojos unos instantes y larga descripciones de los cuerpos que tenían esas almas que, aún en el más allá -¿en dónde?-, siguen preocupados por problemas familiares, sucesiones y hasta piden perdón por no haber estado lo suficiente. Al principio, advierto que son generalidades: hay hombres con poco pelo, ya envejecidos, mujeres que tuvieron roles centrales y cuya ausencia duele demasiado.
Pienso que esas reseñas de la médium podrían servirnos a cualquiera, que son comodines listos para adaptarse a infinidad de situaciones; sólo sería cuestión de asociar y ya. Sin embargo, a medida que recorre el teatro, los espectadores pedirán detalles y hasta se animarán, en algunos casos, a decir que no conocen a nadie con esas características.
Esto, lejos de desanimarla, impulsa a la médium a profundizar en pormenores que sólo conoce cada uno: cegueras en un ojo, una forma particular de reírse, la mirada esquiva de un padre abandónico, un hermano que no llegó a nacer, el pedido de una tía que murió hace menos de un año para que su sobrina se quede al menos con las pertenencias que había en esa casa que fue suya y que ya está a la venta. El efecto es inmediato: ante esto, la persona que espera el mensaje, rompe en llanto y a Noelia Pace parece conforme con el resultado, satisfecha, no por las lágrimas ajenas, sino por haber logrado su cometido.
Cuando toca el turno del jurado de los Estrella de Mar, al hombre se lo ve más escéptico que nunca y se ataja: está acá porque ese es su trabajo. Pero eso no le va alcanzar para evitar que la médium hurgue en su árbol genealógico y le hable, en particular, de su abuelo. De nuevo: algunas vaguedades al principio, hasta que el detalle del desprendimiento de la retina en un ojo del hombre le da credibilidad al asunto.
Más atrás, una mujer que perdió a uno de sus mellizos durante el parto, hablará de la culpa que siente por no haber podido “salvarlo” pero se irá con la promesa de que esa alma, su bebé muerto, es ahora un ángel que la acompaña. Ese será el momento más duro de la noche: el desconsuelo de esa madre nos alcanza como la llovizna de esta tarde de verano; escuchamos su deseo de pedirle perdón y compartimos en silencio respetuoso la necesidad de creer que sí, que es verdad, es un angelito que la va cuidar mientras viva. Ojalá.
Ahora es mi momento y, como ya anticipé, me arriesgué a preguntar por mi papá. No di precisiones, tampoco formulé una pregunta: sólo expliqué que después de escuchar al resto, ahora yo también quería saber, no sé qué, pero saber. Noelia me pide que yo misma sostenga el micrófono mientras ella se concentra. El mensaje que me transmite, otra vez, podría servirle a cualquiera de los que están ahí. Agradezco, no por desinterés, sino porque a esa altura ya me siento incómoda con tantas miradas clavadas en la nuca.
Pero la médium no acusa recibo y sigue. Me habla -supuestamente, en función de lo que dice mi papá, cuya presencia ella percibe y a mí me da bronca no poder sentir- de algo tan mío que ni siquiera había compartido con mi gente más cercana. Me mira fijo, siento que quiere indagar si acertó. Digo que sí, que voy a animarme y vuelvo a agradecer.