Curiosidades
La crisis por la deforestación del Amazonas, una crítica situación que podría empeorar en 2022
Los dos últimos años han marcado cifras históricas de deforestación en la región, en especial en países como Brasil, Ecuador y Bolivia.
Los dos últimos años han marcado cifras históricas de deforestación en la región, en especial en países como Brasil, Ecuador y Bolivia.
Por Jorge Cantillo para Infobae
La Amazonía está en crisis, una afirmación no tan nueva de la que parece que aún no tomamos total conciencia. Según los expertos del Panel Científico por la Amazonía, en los últimos 36 años la región ha perdido un 17% de su vegetación nativa a causa de la deforestación, algo realmente preocupante pues de alcanzar entre el 20% y 25% de deforestación total, se llegaría a un “punto de no retorno” que haría imposible salvarla.
Esto implica que estamos ante la posibilidad de que durante la presente década la selva tropical más grande del planeta pase irremediablemente a convertirse en una sabana, una catástrofe medioambiental que afectaría a todo el mundo, pero en especial a los países latinoamericanos por donde se extiende la región amazónica.
Entre las razones que han producido este fenómeno destacan el avance de la ganadería expansiva, los incendios forestales, los asentamientos humanos, y la acción de grupos ilegales dedicados a la minería, el tráfico de madera y de drogas.
Vista aérea de la deforestación en la Amazonía provocada por la expansión de las áreas agrícolas.
Tanto el 2020 como el 2021 marcaron récords en la destrucción de la Amazonía, con una pérdida de territorios equivalentes casi a la superficie de Belice, y el panorama no supone mejoras significativas en 2022 pues los esfuerzos realizados por los gobiernos de Brasil, Perú, Bolivia y Colombia, entre otros, parecen insuficientes para romper la tendencia.
La gravedad del problema
La Amazonía es una región de unos 7.000.000 de kilómetros cuadrados repartidos entre nueve países, de los cuales Brasil y Perú poseen la mayor extensión, seguidos por Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecuador, Guyana, Surinam y Guayana Francesa.
Su bosque o selva tropical es una de las ecorregiones con mayor biodiversidad del mundo y es vital para la regulación del ciclo de carbono en el ambiente y del cambio climático. Además actúa como un medidor atmosférico global.
De acuerdo con la plataforma colaborativa Mapbiomas, entre 1985 y 2020 se perdieron 75,6 millones de hectáreas de selva y otras formaciones naturales no forestales, un área equivalente al territorio de Chile. Ellos y otros científicos dedicados a monitorear la Amazonía resaltan que de continuar con este ritmo se podría alcanzar en esta década “un punto de ruptura para los servicios ecosistémicos de la Amazonía”.
Deforestación: entre la legalidad y la criminalidad
El drama de la deforestación en la Amazonía tiene aristas complejas que se mueven entre lo legal e ilegal. La agricultura y la ganadería, por ejemplo, son industrias legales y bastante fuertes en los países sudamericanos, cuyas economías dependen en una importante medida de ellas y son promovidas por gobiernos ‘amazónicos’ como Brasil, Colombia, Bolivia y Perú, por citar algunos.
Pero estas industrias han contribuido históricamente a la deforestación de la Amazonía, en especial porque de ellas derivan actividades informales y a veces ilegales que contribuyen a la tala indiscriminada de los bosques o la quema de los mismos para abrir terrenos aptos para los cultivos, el pastoreo de ganado o los asentamientos campesinos.
La ganadería, por ejemplo, es en la actualidad el principal motor de la apropiación de tierras en la Amazonía.
Terminando el año, en noviembre de 2021, en la Conferencia de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático, 110 países del todo el mundo se comprometieron a frenar la deforestación en todo el mundo para el 2030, pero tanto Bolivia como Venezuela, dos países claves en la crisis de deforestación del Amazonas, se abstuvieron de firmar el acuerdo.
Con este panorama desalentador empieza el 2022 un año en que la tendencia no parece detenerse y podría incrementarse. La alerta está dada, la Amazonía se está perdiendo.