La película Presente continuo, dirigida por Ulises Rosell, propone una mirada honesta, sensible y profundamente humana sobre el mundo del autismo. Desde una perspectiva personal, el director retrata la vida cotidiana de su hijo Lisandro, un adolescente de 16 años dentro del espectro autista, y la relación con su madre, la reconocida actriz Valentina Bassi.

Criado entre escenarios, camarines y ensayos, Lisandro ha crecido en un entorno donde la ficción forma parte del día a día. Y esa misma pregunta atraviesa toda la película: ¿existe una diferencia entre la realidad y la ficción para alguien que habita el mundo desde otra lógica?

Lejos de los estereotipos y las visiones idealizadas, Presente continuo se construye desde la cercanía y el detalle. No hay narrador omnisciente, no hay golpes bajos. Lo que hay es vida: los trayectos, las esperas, los silencios, los juegos, las dificultades cotidianas, las marchas, las conversaciones familiares. Lo que hay es convivencia, adaptación, paciencia, ternura y también agotamiento. Y en el centro, siempre, Lisandro, con su manera única de habitar el presente.

Rosell construye un relato cinematográfico que es a la vez observación y testimonio. Filma con una mezcla de precisión casi quirúrgica y calidez palpable. Registra lo que ocurre sin intervenir, pero con una mirada profundamente ética y afectiva. No hay subrayados ni dramatización: hay una política del cotidiano, una decisión estética y emocional de poner el foco donde casi nadie lo pone.

Valentina trabaja. Lisandro espera. Alguien debe cuidarlo, y ese "alguien" cambia, improvisa, aprende sobre la marcha. En medio de esa rutina, se cuelan momentos poéticos: juegos en los pasillos del Teatro Colón, la preparación del aceite de cannabis medicinal, los diálogos con la abuela, la negociación con el tiempo y la atención. Una película sobre los vínculos que sostienen, sobre la red afectiva que se construye en lo pequeño, lo doméstico, lo repetido.

Presente continuo es, también, un retrato sobre el amor en tiempos no extraordinarios. Un amor que se manifiesta en la constancia, en la mirada que comprende sin juzgar, en la escucha paciente.

Con esta propuesta profundamente personal, Ulises Rosell trasciende lo autobiográfico para abrir un espacio de reflexión social sobre la neurodivergencia, la crianza, los cuidados, y el lugar de lo diferente en nuestra cultura. Una película valiente, sobria, sin artificios, que invita a mirar más allá de los márgenes.

No es una historia de superación ni una denuncia. Es una invitación a observar, a acompañar, a estar presentes. Porque a veces, simplemente, vivir ya es una forma de resistencia.