Sentí rabia e impotencia cuando descubrí que nos tomaban por tontos, que no iban a votar los proyectos que durante toda la jornada habían dicho que votarían. Ellos, los que nos estaban engañando, eran los que tenían los votos necesarios para que salieran nuestras propuestas. Usaron su poder (circunstancial) primero para mentir y después para obstruir. Ante la sorpresa del desengaño reaccione con bronca, me dio mucha impotencia ver que no les importa nada salvo la miserable disputa del redito político que jamás buscan con ideas. Sólo con avivadas. Tengo mucho que aprender, pero no quiero aprender eso. Quiero aprender a soportarlos sin que nos desanimen. Quiero aprender a insistir frente a la indiferencia sin irritarme. Quiero aprender a vencer la frialdad de los especuladores sin enojarme. Tengo mucho que aprender porque quiero que la mediocridad no siga sacando partido del atraso. Ni que nos doblen el brazo a los que queremos hacer bien las cosas. También hay gente buena en el Concejo Deliberante. Pero hay muchos cínicos que tiran para abajo. Que todo el tiempo intentan su miserable tajada. A costas de lo que sea.
El 26,1% de desocupación, las terapias intensivas a las que le faltan médicos, las guardias con esperas interminables, la preocupación que se ve en el cara y en la realidad de todos los marplatenses necesitan respuesta urgentes, concretas, eficaces. Dicen que cuando a una persona con buenas intenciones desciende a la disputa con un mal intencionado, dos minutos después ya no se sabe cuál de los dos es el que quiere hacer las cosas bien. Ese fue mi error. Quisiera disculparme si herí la sensibilidad de algún vecino o de quien no lo merece. No fue mi intención. La lección aprendida en el día ayer es que no debo aceptar que se impongan los irresponsables, los mentirosos, los que viven mejor porque tienen un cargo, los que no trabajan para que vivan bien los que la están pasando mal.
Horacio Taccone.